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La pareja es una de las relaciones más importantes de nuestra vida adulta y, como cualquier relación, está sujeta a continuos cambios y crisis que, si no se resuelven, impiden el crecimiento mutuo. La vida en pareja no se configura como un sistema estable, es un proceso dinámico que atraviesa diferentes fases en función del momento evolutivo o normativo de la pareja, de situaciones externas que afectan a la estabilidad de la misma, e incluso decisiones personales que pueden generar tensiones.
Esta evolución de la vida en pareja, implica necesariamente disponer de ciertas herramientas que doten de flexibilidad y adaptación para hacer frente a estos cambios. Para todo ello, el conocimiento de la ubicación en la que se encuentra la pareja es un factor crucial, y requiere un conocimiento previo sobre las etapas por las que pasa la pareja. En estos momentos de crisis y malestar, la terapia de pareja es un recurso que puede ayudar a potenciar las herramientas de afrontamiento, facilitando la toma de contacto, dotando de perspectiva, apoyando la resolución saludable, integrando y resolviendo la crisis para engendrar una mirada conjunta de futuro.
La terapia individual implica un proceso de toma de conciencia donde la persona explora, junto a su terapeuta, los procesos y dinámicas habituales a través de las cuales se desenvuelve en su vida, rescatando aquellos recursos personales que facilitan dichos afrontamientos y generando, a través de la experiencia en terapia, otros nuevos que permitan afrontar de forma más efectiva.
En la terapia, la persona adquiere una mayor capacidad para tomar contacto consigo misma, lo que le permite tener un mayor conocimiento sobre sus propias necesidades y su forma de satisfacerlas, aceptando y dando soporte a sus propias sensaciones y vivencias, confiando en sus propios recursos y realizando ajustes creativos en su presente que le permitan vivir de una forma más plena y coherente con su manera de pensar, sentir y hacer.
La terapia en infancia y adolescencia mantiene una concepción holística de la persona, una visión humana, donde el niño y el adolescente tienden de forma innata hacia la salud y el crecimiento. La familia, el colegio y el grupo de iguales son los ambientes fundamentales en el desarrollo del niño y el adolescente, desde nuestra perspectiva, apoyamos el desarrollo y realización como persona, confiando en sus potencialidades, valores y sentimientos, mediando para recuperar lo que nos dice el síntoma y favorecer el crecimiento integral de la persona.
El trabajo conjunto con los padres o tutores de los menores es un factor fundamental. Evidentemente, la inclusión de los padres suele ser mayor cuanto menor es la edad del niño, no obstante, la finalidad siempre es dotar de herramientas a los padres para que puedan ayudar a su hijo a superar su actual situación de crisis. La acción conjunta de familia y terapeuta son el mejor soporte que puede tener el niño o adolescente para continuar desarrollándose de una forma saludable.